Después de permanecer tres días ingresado en un hospital romano a causa de una bronquitis, el papa Francisco reapareció ante una plaza de San Pedro con miles de fieles para presidir hoy la misa del Domingo de Ramos.
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“Nadie puede ser marginado”, dijo el papa Francisco con la voz aún débil durante esta eucaristía que inicia la Semana Santa.
“Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte”, expresó el sumo pontífice ante unos 30.000 fieles, según cifras de la Santa Sede.
En su reaparición pública aseguró que “muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados, también yo necesito que Jesús me acaricie, que esté cerca de mí, y por eso voy a buscarlo en los abandonados y en los solitarios”.
Antes de la misa, el papa argentino fue llevado sentado sobre un coche descapotado hasta el centro de la plaza, donde bendijo las ramas de olivo y palmas que los fieles y religiosos habían portado en procesión para recordar la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en Jerusalén.
Después acudió hasta el frontal de la basílica para presidir desde ahí la misa, que fue oficiada por el cardenal, Leonardo Sandri. Ambos se encargarán de las ceremonias religiosas durante toda la Semana Mayor.