Con sus 60 años de edad y mucha convicción, el señor Alexander Torres García sale todos los días a las calles del norte de la ciudad de Maracaibo, estado Zulia, en busca de alimento, dinero o algún tipo de ayuda que le permita cubrir los gastos de su hijo Jacob, quien padece de una parálisis cerebral que le impide valerse por sí mismo.
La historia de padre e hijo inició justo el día en que nació este último. Producto de una complicación durante el parto, Jacob ha necesitado, desde entonces, de alguien que lo ayude en cada aspecto de su vida. Hasta hace nueve años esa labor la cumplía su abuela paterna en lugar de su madre, quien lo abandonó a los seis meses de nacido.
Una vez ella fallece es su padre quien asume a tiempo completo el cuidado de este venezolano de 39 años, por lo que no puede trabajar siquiera a medio tiempo. Cuenta el señor que para Jacob es imposible moverse a voluntad pero es totalmente consciente de lo que ocurre a su alrededor.
Alexander quiere y necesita trabajar, pues no apuesta por la limosna. Afirma que valiéndose por sí mismo puede percibir mucho más dinero para hacerse cargo de los gastos de Jacob, a quien no quiere exponer más a los riesgos de la calle, de los semáforos.
Una prueba de responsabilidad, moral y fe
Pese a lo difícil de la dificultad que significa cuidar a su hijo, no lo ve como un castigo. Es fiel creyente de que sus circunstancias son prueba de la fe en Dios.
“Esto para mi no es una carga ni castigo. Es una prueba que Dios pone para medir el nivel de responsabilidad con Él y con nosotros mismos. Esto me ha dado una formación moral”, confía el hombre.
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