Intenta no hundirse entre lágrimas, barro y recuerdos – Rostros de la Crisis

María Aracelis Espinoza perdió su casa tras ser arrasada por la crecida de una quebrada, en el sector El Pedregal de la parroquia La Puerta, estado Trujillo. Lo que fue no solamente su hogar sino una herencia paterna, ahora yace bajo varios montículos de tierra.

Aunque esté lejos de ser un consuelo, la familia de Aracelis no es la única que perdió todo; otras cuatro ya no cuentan con un techo propio e incluso siquiera con algo de que otrora fue su ropa.

Aracelis cuenta cómo el olor a barro presagiaba algo por ocurrir y que escapaba de su imaginación. A poco de asomarse en la puerta de su casa, el alud de tierra que vio era abrumador.

“Olía a pantano, muy fuerte. Así que salimos a ver, pero casi que teníamos la tierra encima. De lo único que tuvimos tiempo fue de regresar y tomar los teléfonos. Fue como un estruendo. Reventó absolutamente todo”, trata de describir la mujer trujillana.

 

La solidaridad vecinal prevalece

El hecho se cobró la pierna derecha de su esposo. El hombre ingresó a la casa de uno de los damnificados para verificar que no estuviese allí un niño. Por fortuna se trató de una falsa alarma.

La maniobra de rescate emprendida por el padre de familia puso en vilo tanto a Aracelis como al resto de la familia. Crecía el temor de no verlo nuevamente, posiblemente por quedar tapiado.

“Pensé que lo iba a perder. Tragó y salió completamente cubierto de tierra porque recibió un golpe y cayó. En ese momento llega mi hijo y lo ayuda a salir con el apoyo de un vecino”, cuenta con tensión la mujer.

 

Una batalla entre el dolor y la fortaleza

El perder todos sus bienes tiene a Aracelis sumida en un dolor que comparte también con su familia. Pero al igual que lo primero, los Espinoza agradecen estar con vida mientras lidian, además, con la depresión.

“Me deprimo de pensar en mi esfuerzo, trabajo y lo que construimos, y ver cómo todo eso se fue. Es fuerte. Mi corazón está afligido pero me doy fuerza por mis hijos. Ellos me dicen que debemos tener fortaleza porque no perdimos a mi esposo”, dice la mujer.

 

La ayuda gubernamental es su única tabla de salvación

Mientras tanto, los Espinoza pasan sus días en una habitación cedida por unas amistades, esto mientras están a la espera de una adjudicación de vivienda o una reubicación. Han recibido la visita de las autoridades locales y regionales, pero hasta ahora esto no se traduce en una ayuda concreta y tangible.

“El gobernador me prometió que me iba a reivindicar y me dijo que no me preocupara. Incluso lloramos juntos, pero mi situación actual es demasiado fuerte”, dice Aracelis.

 

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