Crucificar al hijo de Dios, el relato de Longinos

Foto: infociudadanos.
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Créditos: José Gregorio Rojas

 

El 14 de nisán (primer mes del calendario hebreo), Longinos de Cesarea, soldado romano, aguardaba las órdenes del gobernador. Venida la mañana, una multitud se presentó al pretorio donde Poncio Pilato esperaba. Los principales sacerdotes y ancianos llegaron con un hombre al consejo pidiendo llevarlo a muerte. Los gritos y reclamos se hacían más fuertes, los soldados miraban atentos esperando la decisión.

Jesús de Nazaret era llamado “el rey de los judíos”, la población lo acusaba de blasfemar y profanar el sábado como día de descanso. Pilato lo interrogó, “¿Eres tu el rey de los judíos?”, el hombre le respondió, “Tu lo dices” y quedó en silencio al resto de las acusaciones. Pilato gritó a la muchedumbre que no había encontrado motivo para imputarlo, pero ellos se alzaban pidiendo la crucifixión y la libertad para Barrabas, un asesino del lugar, mientras Longinos y sus hombres intentaban controlarlos en tanto daban la sentencia.

El gobernador soltó a Barrabas para complacer a los gentiles, pidió a uno de los soldados agua y lavó sus manos para desligarse de la responsabilidad de la muerte, luego dio la orden de azotarlo y preparar la cruz. Una vez dentro del pretorio Jesús fue golpeado, humillado y escupido, “salve al rey de los judíos” gritaban entre risas cada uno de los soldados. Una corona tejida de espinas y una capa escarlata fue puesta luego de desnudarlo para llevarlo en su camino con la cruz.

Iniciado el rumbo al gólgota, Jesús fue obligado a cargar la cruz, mientras recibía latigazos de los soldados, “Haced que se levante y camine más rápido”, ordenaba Longinos. María, la madre de Jesús, logró acercase pese a la multitud, desconsolada miraba a su hijo ante una muchedumbre enaltecida. Avanzado el camino, una mujer de nombre Verónica decidió limpiar el rostro del condenado con un lienzo. El resto se hizo tortuoso hasta llegar a su destino.

Llegada la hora sexta (entre las 11 y 12 del mediodía) Jesús fue crucificado y levantado en la cruz. El grito en la última exhalación, “¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado” es recordado aún por el soldado. La orden de comprobar la muerte, ya que a otros dos hombres crucificados a su lado se les partieron las piernas, mientras que las de Jesús no se quebraron, llegó para Longinos, atravesó la lanza en su costado y, al instante, salió sangre y agua. “En verdad este era el hijo de Dios”, exclamó el soldado al ver lo que estaba pasando.

Desde aquel momento Longinos entendió lo que habían hecho, ese fue el inicio de su metanoia, “Los cielos se oscurecieron, en el lugar se sintió un temblor, no había ninguna duda, era el hijo de Dios” recordó el soldado. La conversión ha llevado al conocido como centurión a creer en el mensaje de Jesús, los señalamientos y persecuciones también han llegado para atormentarlo, al igual que al resto de discípulos del hombre que fue crucificado y cualquiera que predique su palabra.

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Este artículo, correspondiente a un concurso interno de redacción entre los periodistas de VPITV, propuesto e impulsado por la directiva de nuestro canal de televisión con motivo de la Semana Santa, fue escrito por José Gregorio Rojas, reportero del estado Mérida y quien obtuvo el tercer lugar del evento, puesto que comparte con otro autor gracias a un empate.

El trabajo en cuestión recrea, de manera periodística, las últimas horas de lo que fue la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, en honor a la Semana mayor.

 

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